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sábado, 13 de agosto de 2016

Mi Primer Trabajo en el Extranjero



Alteré mi Currículo. Dije que en Venezuela era mesera. Un chino, me llama  y me dice que necesita personal. Me pide que realice una prueba para el puesto (quité del currículo mi licenciatura, necesito generar ingresos cuanto antes y al parecer es más difícil que te contraten si eres profesional universitario).
Llegué a las 8:00 AM. El chino me entrega una escoba y un kit de limpieza. Limpio todo el local. Luego me llama y me manda a buscar unas bolsas de comida. Me asigna limpiar las mesas y lavar los platos (no menos de veinte veces). Tengo también que limpiar el baño y retirar los platos cuando los clientes terminen de comer. Han llegado las verduras: Hay que cargar sacos para el sótano.Suena mi celular, y me dice que si me ve sacándolo me descontará 50 pesos del día (puede ser de otro trabajo, pero no me puedo arriesgar a perder este).

El  chino me llama nuevamente: Un señor ha derramado el refresco, me suena los dedos para que limpie rápido. El señor me pide disculpas, yo le sonrío. El chino me llama aparte y me dice que no puedo hablar con los clientes. Me manda a reponer las bandejas de alimentos que ya se han acabado. Me explica que no puedo dejar que esto pase. Asiento. Me dice que el horario de almuerzo es a las 3:00 PM y que puedo tomar comida del buffet.

Me sirvo, me dice que coma parada, que no hay sillas. Me estoy comiendo un pedazo de pan y se acerca furioso, y me dice muy alterado que no puedo agarrar pan. Varios clientes se han quedado en silencio para observar el reclamo. Una señora se levanta y me cede su pedazo de pan. Trago grueso, se me ha quitado el hambre y los ojos se me han humedecido. Trago grueso, agradezco y dejo de comer. Me manda a desechar toda la comida que sobró. Mientras voy tirando todo, una señora de aspecto humilde, se acerca y me la pide. Él sale, y la corre. Yo recuerdo las largas colas que se hacen en mi país por un litro de leche y un pollo. Me arrebata la bolsa y le pone jabón en polvo. Me he desintegrado por dentro. Finaliza la jornada y me dice que he superado la prueba, que me espera mañana. Me ha pagado 120 pesos, por una jornada de diez horas. Le agradezco y me voy. De regreso a casa estallo en llanto. Tengo que detenerme, un policía se me acerca y me pregunta si he tenido algún problema. Me gustaría decirle la verdad, confesarle que no tengo un problema sino varios. Pedirle que me ayude a tragarme la tristeza y devolverle el aire a Venezuela. Quisiera que me explicara porqué si cumplí con todos los procedimientos correspondientes para poder ganar un sueldo digno y cubrir mis necesidades básicas y ayudar a mi mamá, no puedo hacerlo en mi país. No puedo ni responder. Respiro profundo, me repongo y le agradezco su amabilidad.

Voy pensando en el transcurso del camino, si de verdad valieron la pena, todas aquellas noches que me trasnoché porque tenía que estudiar. Aquellos días en que me fui a la universidad sin dormir.

 ¿Valió la pena todo el dinero invertido en fotocopias, libros y materiales de estudio? ¿De qué me sirvió tanto esfuerzo? Ni hablar de todas las travesías que implicó la tesis.

Aún me sigo preguntando si el mundo opera con lógica.

Ya no trabajo en ese lugar, pero a veces paso y veo como el patrón se repite, con otros empleados (tal vez con otros venezolanos {que al igual que yo en ese momento} se encuentran desesperados por percibir ingresos).



 

 
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