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martes, 18 de octubre de 2016

Mi Proyecto de Sexto Grado

Mi proyecto de Sexto Grado

Cabello alisado, labios rojos, vestido corto, medias negras. Un poco de perfume detrás de las orejas y en las puntas del cabello (ligero efecto para que cuando gire, se desprenda el aroma). Suena mi teléfono. No eres tú. Es viernes y estoy en Buenos Aires. Recuerdo que no compartimos el mismo punto geográfico (Estamos a siete horas de vuelo aproximadamente).

Collage de Joe Webb
Tampoco coincidiremos en algún evento social. Puede que accediendo a tus perfiles en redes sociales, alguna foto o estado me permitan concluir acerca de cómo estás. De hecho, me gustaría preguntarte ¿Cómo estás? Porque sería un cómo estás sincero, no de esos que uno pregunta por costumbre o por educación, aunque realmente no nos interese. Quisiera saber de verdad cómo te va. Si el trabajo que haces te permite al menos alimentarte bien. Sé que la situación está difícil y que cada día empeora un poco más. Por eso, quizás piense que sería un poco irrespetuoso hacerte cualquier pregunta que se refiera a tú contexto económico-político y social.

A veces me pregunto porqué sigues ahí. Puede ser que tengas esa fe, que yo perdí hace mucho tiempo, esa fe que nació con aquel proyecto de vida que me mandó a hacer la maestra de orientación en sexto grado. Recuerdo que todos los profesores nos decían que para poder ser alguien en la vida, teníamos que estudiar y graduarnos. Ahora, pienso que desde que nacemos ya somos alguien en la vida. Sin embargo, dentro de mi ingenuidad hice caso y me gradué. Así como se graduaron muchos de mis compañeros de Ingenieros, periodistas, odontólogos, diseñadores, profesores, arquitectos, publicistas, abogados y pare usted de contar.


No obstante, a los profesores se les olvidó decirnos algo muy importante: Se les olvidó decirnos que aunque fuésemos profesionales, dependíamos principalmente del gobierno de turno. Se les olvidó contarnos que los proyectos profesionales y los sueños por cumplir podían ser estafados y aniquilados. Que aunque tuviésemos dos trabajos, era muy probable que tuviéramos que hacer una cola de ocho horas para conseguir con suerte un kilo de pollo a un precio accesible. Qué debíamos evitar enfermarnos, porque la escasez de medicamentos podía acabar rápidamente con nuestras vidas. Y que más temprano que tarde, íbamos a terminar regados por el mundo, con las ilusiones fragmentadas y la gran mayoría de los títulos guardados en la maleta. Se les olvidó decirnos que el aeropuerto iba a ser un lugar de despedidas y que nuestros padres tendrían que vivir extrañándonos.

Uno de mis sueños en aquel proyecto, fue recorrer el mundo. Visitar los países más conocidos por mí en aquel tiempo: Estados Unidos: Quería ir a Disney. Francia: Quería conocer la Torre Eiffel. Egipto: Quería conocer a los faraones y a las pirámides. Ahora, mi proyecto de sexto grado se modificó. Mi sueño de recorrer el mundo se simplificó al retorno.
Sueño con regresar a la Venezuela donde crecí. Trabajar en mi área. No ser millonaria, simplemente poder vivir tranquila. Sin paranoias, sin toques de queda, sin una inflación asfixiante, sin la inseguridad devorándonos y sin el descaro de los políticos en cadena nacional. Que mientras nos dicen que “al imperio ni agua”, ellos tienen una camisa con el logo de Adidas en el costado y a sus familiares haciendo mercado en Miami.

Por otra parte, también me quería casar de velo y corona, luego de la graduación de la universidad. Simplemente a nadie se le ocurrió proponérmelo. Soñaba con un anillo y ese momento especial que llegaría a mis veinticinco años. También soñaba con rosas y mariachis. Ahora simplemente no sueño. Esos no son sueños, son ideas que nos trasplantan como sueños para seguir el orden social. Yo quería seguir ese orden.

Y estás tú. El hombre que no soñé. Con todas las complicaciones que tampoco me explicaron los profesores. En otro país. Regalándome likes de vez en cuando que me desestabilizan el día. Comunicados desde un portal que grita silenciosamente. Sin dirigirnos la palabra, sin saludarnos. Simplemente distanciados en tiempo y espacio. Como siempre tuvo que ser.

Me despido, pero esta vez de verdad. Bloqueándote de todas mis redes. De mis cartas, de mis poemas, de mi proyecto. Porque cuando el proyecto se modificó, tú también fuiste parte de eso. Porque hoy es viernes otra vez y no te veré. Porque el perfume que me puse, lo compré para que pudieras olerlo tú y el labial que cargo, te quedase impregnado en la boca. Sin embargo, nuevamente no estás.
Tampoco podrás enloquecer con el vestido corto y las medias de encaje, porque tú no te quisiste ir del país y yo no me quise quedar.

En el colegio nunca existió una materia llamada “Decisiones”.

Queridos profesores, gracias. Espero que a la generación que viene, no les hagan hacer proyectos de vida irreales y que comiencen por los principios básicos de explicar que la vida no es una secuencia de acciones programadas, sino un suceso de cambios que muchas veces no tienen explicación. Gracias por toda la verborrea de la biología, las matemáticas (que de todo el tiempo que me hizo perder, hoy sólo sumo, resto, divido y multiplico) y la contabilidad. Gracias por no enseñarnos como afrontar la muerte de un ser querido, la nostalgia, el exilio y los amores imposibles. Gracias por no enseñarnos a convivir en un mundo real. Pero sobre todo gracias a aquella profesora que me mandó de tarea, realizar un proyecto de vida cuando estaba en sexto grado y me calificó con veinte puntos.






sábado, 13 de agosto de 2016

Mi Primer Trabajo en el Extranjero



Alteré mi Currículo. Dije que en Venezuela era mesera. Un chino, me llama  y me dice que necesita personal. Me pide que realice una prueba para el puesto (quité del currículo mi licenciatura, necesito generar ingresos cuanto antes y al parecer es más difícil que te contraten si eres profesional universitario).
Llegué a las 8:00 AM. El chino me entrega una escoba y un kit de limpieza. Limpio todo el local. Luego me llama y me manda a buscar unas bolsas de comida. Me asigna limpiar las mesas y lavar los platos (no menos de veinte veces). Tengo también que limpiar el baño y retirar los platos cuando los clientes terminen de comer. Han llegado las verduras: Hay que cargar sacos para el sótano.Suena mi celular, y me dice que si me ve sacándolo me descontará 50 pesos del día (puede ser de otro trabajo, pero no me puedo arriesgar a perder este).

El  chino me llama nuevamente: Un señor ha derramado el refresco, me suena los dedos para que limpie rápido. El señor me pide disculpas, yo le sonrío. El chino me llama aparte y me dice que no puedo hablar con los clientes. Me manda a reponer las bandejas de alimentos que ya se han acabado. Me explica que no puedo dejar que esto pase. Asiento. Me dice que el horario de almuerzo es a las 3:00 PM y que puedo tomar comida del buffet.

Me sirvo, me dice que coma parada, que no hay sillas. Me estoy comiendo un pedazo de pan y se acerca furioso, y me dice muy alterado que no puedo agarrar pan. Varios clientes se han quedado en silencio para observar el reclamo. Una señora se levanta y me cede su pedazo de pan. Trago grueso, se me ha quitado el hambre y los ojos se me han humedecido. Trago grueso, agradezco y dejo de comer. Me manda a desechar toda la comida que sobró. Mientras voy tirando todo, una señora de aspecto humilde, se acerca y me la pide. Él sale, y la corre. Yo recuerdo las largas colas que se hacen en mi país por un litro de leche y un pollo. Me arrebata la bolsa y le pone jabón en polvo. Me he desintegrado por dentro. Finaliza la jornada y me dice que he superado la prueba, que me espera mañana. Me ha pagado 120 pesos, por una jornada de diez horas. Le agradezco y me voy. De regreso a casa estallo en llanto. Tengo que detenerme, un policía se me acerca y me pregunta si he tenido algún problema. Me gustaría decirle la verdad, confesarle que no tengo un problema sino varios. Pedirle que me ayude a tragarme la tristeza y devolverle el aire a Venezuela. Quisiera que me explicara porqué si cumplí con todos los procedimientos correspondientes para poder ganar un sueldo digno y cubrir mis necesidades básicas y ayudar a mi mamá, no puedo hacerlo en mi país. No puedo ni responder. Respiro profundo, me repongo y le agradezco su amabilidad.

Voy pensando en el transcurso del camino, si de verdad valieron la pena, todas aquellas noches que me trasnoché porque tenía que estudiar. Aquellos días en que me fui a la universidad sin dormir.

 ¿Valió la pena todo el dinero invertido en fotocopias, libros y materiales de estudio? ¿De qué me sirvió tanto esfuerzo? Ni hablar de todas las travesías que implicó la tesis.

Aún me sigo preguntando si el mundo opera con lógica.

Ya no trabajo en ese lugar, pero a veces paso y veo como el patrón se repite, con otros empleados (tal vez con otros venezolanos {que al igual que yo en ese momento} se encuentran desesperados por percibir ingresos).



 

domingo, 5 de junio de 2016

No Somos Códigos HTML



Hubiese sido bonito recibir una carta tuya,
De pronto un párrafo subrayado
Un mensaje de texto
Un Inbox
Una mención


Es bonito imaginarlo.
¿Qué será de aquello que se realiza primero en la imaginación y luego en un plano real?

Apunto Youtube en Google  e inicio sesión
Me da la bienvenida y una lista de posibles sugerencias musicales
Y pienso: ¿Cuál canción se nos asemeja?
Son tantas que tendría que cortar fragmentos de una y otra
Para editarlas y unirlas, porque no es una sola,
son muchas y todas a la vez.

¿Y si hubiésemos ido a comer en un restaurante chino?
alejados de la ciudad
hubiésemos ordenado langostinos en plato caliente
Arroz, lumpias y dos Cocacolas
¿Tal vez un pollo agridulce?
Hubiésemos fumado después de comer
Mirándonos a los ojos
Y descifrándonos…
Hubiésemos peleado por quien pagaría la cuenta
Edito: Yo hubiese pedido Cocacola y tú una cerveza

¿Y si hubiésemos ido a la luna?
¿ O Si nos hubiésemos perdido en la sala, sentados en la alfombra leyendo?
Bukowsky entre tus dedos
Malén Denis entre los míos
Los cuatro encerrados
Orgiástico
Erótico
Pornográfico

Si se pudieran diseñar momentos como quien crea una idea
un borrador
una ilustración
Si se pudiesen construir miradas
Y prolongar los silencios
Darle espacio al subtexto
Ctrl Alt + Ctrl V
Reproducir  las melodías de las canciones predilectas para los roces espontáneos


Si yo pudiera aplicar Photoshop a las circunstancias e introducirnos en Ilustrator como si fuésemos bocetos, estuviésemos en formato JPG, tomando Glögg  en algún bar noruego.
Llevaría los labios y las uñas pintadas de color Magenta y el cabello suelto.
  Te acariciaría el rostro como si supiera que al segundo de terminar de hacerlo, no nos volveríamos a ver.
Salpicaría el concepto con todas aquellas sensaciones que me hiciste sentir, y que por supuesto, nunca te dije.

Si pudiese viajar en el tiempo, regresaría al momento en que me miraste como si estuvieses viendo al universo crearse. Con esa sonrisa de autosuficiencia que me desencajó por completo y me hizo sentir desnuda en la mitad de la calle, un lunes al medio día.

Desafortunadamente no pude ser el Community Manager de un beso, mucho menos de una caricia. No pude instalarte Hootsuite para que tú boca me dijese lo que yo quería escuchar y mucho menos para eliminar tú estado civil, que resultó ser el hacker informático de la relación que nunca pudo llegar a cargarse.

No supe
No pude
No, no, no...

Trato de des-instalarte
des-instalarme
sin éxito

 La copia de seguridad obtuvo el mayor de los méritos

No somos códigos HTML para borrarnos









 
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