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lunes, 16 de marzo de 2015

Carta para Dos (2)

Consejos para leer esta carta: Se recomienda estar solo, escuchando Tú Jardín con Enanitos de Melendi.

Para Leo:

Aún sigo buscando las palabras adecuadas para comenzar a hablarle. Nunca las encontré cuando estaba aquí. No quería que pareciese una declaración de amor efusiva y clásica. Tenía la esperanza de encontrar sinónimos y adjetivos con significados ligeros, precisos y claros, pero no los hallaba, porque luego de interminables reflexiones descubrí que no sentía nada ligero, preciso y claro.
Son las 8:30 de la mañana, me sirvo un café y enciendo la computadora, miro al lado izquierdo, la cabeza gira instantáneamente en un movimiento mecánico que ya parece natural, pensando que todavía sigue a un cubículo de mi escritorio, con la cabeza baja y sumergida en cálculos, firmas y cheques. Pensando que de pronto podría robarle una mirada tomándola  desprevenida. Como en ocasiones lo lograba, benditos segundos que cambiaban cualquier monótono día de trabajo rutinario en una espléndida aventura, hoy no será ese día.
Cierro los ojos, un abrigo de clavos afilados me arropa el alma y me ensordece los sentidos. Algo se desprende de los conductos de mis arterias, huesos y músculos. Se desintegran átomos, partículas y moléculas. Estoy segura de ver mi espíritu flotar por trozos.
Y recuerdo...
Recuerdo aquella vez que sentí su mirada invadiéndome la sangre como una explosión, recuerdo mis mareos y mi opresión en el vientre, recuerdo mis dedos temblorosos y su expresión desorientada. Recuerdo lo que quise que fuera, todo lo que quise sentirle, recuerdo sus palabras, su cercanía, su huída y mi búsqueda desesperada, recuerdo su olor y su sweter verde, recuerdo sus lágrimas y su desesperación, recuerdo su boca y su amor correspondido, pero lejano, gris, efímero, mal trecho, fugaz, imposible y compartido.
¿Cómo es posible que puedan existir sentimientos de tan gran magnitud entre dos simples mortales? ¿Cuándo podría creer yo, que hallaría la calidez de un roce en las manos de una fémina, cuando lo socialmente permitido es que las historias de amor sean encabezadas por un hombre y una mujer? ¿En qué cuentos de hadas existe la posibilidad de qué una princesa sea rescatada por otra princesa?
 Me han lanzado una piedra directo al pecho porque me han arrebatado esa mirada, ocasionándome el más feroz y ácido de los dolores. Supe desde el primer momento que me afectaría más de lo que yo hubiese querido y es ahí donde la respiración se  apacigua, y los ojos se humedecen, siento el calor en mis pupilas, arden como si tuviese una quemadura en el iris. No hay pomada ni compresas que las alivien.
Caballos, armaduras, espadas, escudos, flechas, arcos, catapultas y yo; Sin embargo, a pesar de toda la batalla medieval que se desarrollaba en mi interior, hice silencio, un silencio ensordecedor, voraz y cobarde.
Debí haber luchado, como lo hizo Juana de Arco, como se enfrentó al océano atlántico Amelia Earhart, como Catalina La Grande...
No me puse el escudo ni preparé el caballo, no conté las flechas ni afilé la espada. Me quedé en la salida del castillo viendo como se iba, como los sueños la raptaban a otros senderos lejanos y misteriosos. Ella tampoco miró atrás, ni siquiera para alzar la víscera y decirme adiós.
Y ahora, la extraño... la extraño como se extrañan los juegos de la infancia, las primeras emociones y los besos furtivos.

            Te escribo todo esto leo, para que sepas que te he respetado, que no he tenido nada con ella, que a pesar de todo lo que me hizo sentir, te escogí a ti...

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